Si donde va el perdón sigue el olvido,
procura no dormirte en los laureles.
No seas ni tirano ni pelele,
no falten nueces donde sobre el ruido.
El goce de mirar hacia otro lado,
de no cobrarse afrentas ni deslices,
también puede dejarte cicatrices;
son gajes del oficio de soldado.
Si te perdona es porque lo mereces,
no debes olvidar que muchas veces
el dolor es peor cuando es constante.
La clave es cultivar la sensatez:
El que perdona: memoria de pez.
pero el que es perdonado, de elefante.
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