Para decir adiós, mejor no hables,
no sea que equivoques el sentido,
y otorgues al adiós valor de olvido
y el daño sea al fin irreparable.
Para decir adiós no digas nada,
no sea que el destino no esté escrito,
y adiós se vuelva "ven, te necesito"
y encuentres que mi puerta está cerrada.
Si vas a pronunciar la despedida
sopesa bien si cabe en esta vida
tu llanto, porque no habrá marcha atrás.
No me digas adiós si es hasta luego,
no apagues los rescoldos de este fuego,
la ceniza no vuelve a arder jamás.