A veces necesito algo de ayuda,
un clavo al que agarrarme, un salvavidas,
y busco y nunca encuentro la salida
ni mano que a mis lágrimas acuda.
Y sólo con mi llanto y con mi duda
espero una esperanza que perdida
derrama su vinagre en mis heridas
volviéndome las penas más agudas.
A veces esa mano que preciso
regresa y se abre paso sin permiso
y me abre el corazón de par en par,
Y el velo de alquitrán que me cegaba
me deja disfrutar de la alborada.
Lázaro soy y empiezo a caminar.