Escúchame, hijo mío, lo que cuento,
la noche es noche hasta que canta el gallo,
por eso estoy gritando y no me callo,
de luz quiero llenarte el firmamento.
Mi voz es la semilla que eché al viento,
y quiero ver si arraiga y ver su tallo,
que siempre es primavera, siempre es mayo,
si existe una ilusión, es el momento.
Tal vez mañana tenga dos espuelas
y el pecho a reventar de un grito sordo
repleto de victoria y de reproche.
No obstante, hoy voy pintando en las rayuelas
pasajes para que subas a bordo
del sueño de acabar la larga noche.