Sí, yo también probé de su brebaje.
Ahora adicto soy a sus efluvios,
me dejan su sequía o sus diluvios
y así renace o muere mi paisaje.
Por eso, porque me bebí sus mieles
y ahora como al aire las ansío,
repito y me repito hasta el hastío:
arráncale su firma a tus papeles.
Las musas no son buenas consejeras,
te dejan tarde o pronto en la estacada,
te arrancan en la helada, la casulla.
Después, si triunfas, vuelven, zalameras.
Yo de las musas, ya no quiero nada.
Mi mérito o mi culpa... no la suya.
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