A veces entran ganas, no lo niego
de entrar a ciegas en la oscura
cueva,
de cerrar el corazón a cualquier
prueba
que dé razón de ser al propio
ego.
A veces entran ganas de estar
ciego
de no saber si llueve aunque te
llueva,
de estar desinformado cual ameba,
de ser feliz ahora y pensar
luego.
Mas, ¡ay! del insensato que se
ocupa
de andar midiendo escalas con la
lupa
del más abyecto y lúgubre deseo.
Tal vez el insensato halle
belleza
en esa esquiva faz de la certeza
que araña y mortifica el pie del
reo.
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